Desde la Unión Europea han comunicado, a través de su Diario Oficial, que en los próximos años las viviendas equipadas con calderas de gas no serán elegibles para participar en programas de asistencia. El texto enviado señala que los países tendrán un período de dos años para incorporar esta Directiva en su legislación nacional.
En las viviendas de obra nueva, la instalación de calderas de gas dejará de estar subvencionada a partir del año 2026. Esto tiene como objetivo que en 2030 se consiga un ahorro de un 11,7% de la energía, según se indica en la nueva Directiva de Eficiencia Energética que comenzará a funcionar a mediados del mes de octubre. La intención es precisamente que se sustituyan las calderas de gas por otros métodos más eficientes y sostenibles a largo plazo, como pueden ser las bombas de calor.
Esto ha provocado que el Gobierno no haya incluido las calderas de gas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Varias de las comunidades autónomas han estado disminuyendo gradualmente este tipo de subvenciones. Sin embargo, esta no es la norma en todas partes, ya que en Madrid, por ejemplo, aún están disponibles ayudas de hasta 1.000 euros para la sustitución de calderas de gasoil obsoletas por modelos más eficientes, y esta opción estará vigente hasta finales de 2023.
Se calcula que las bombas de calor pueden disminuir el consumo de energía en un rango que oscila entre el 50% y el 80%. Según un profesor universitario entrevistado por el medio Reasons to be cheerful, este tipo de sistemas pueden reducir el consumo de energía de 35,000 kilovatios hora (kWh) al año a tan solo 8,500 kWh, lo que equivale a aproximadamente una cuarta parte del consumo original. Además, el uso de energía resulta extremadamente bajo, lo que no solo tiene beneficios económicos, sino que también contribuye a la reducción de las emisiones de CO2.
Ventajas de las bombas de calor frente a las calderas de gas
Las ventajas de las bombas de calor frente a las calderas de gas son muy variadas. Entre ellas se incluye un bajo requerimiento de mantenimiento, eficiencia económica, capacidad para operar tanto como sistema de calefacción como de refrigeración, y una alta eficiencia en la conversión de energía en calor.
Además, estas bombas de calor tienen la capacidad de suministrar agua caliente para uso doméstico. Pueden ser alimentadas con electricidad de fuentes renovables, lo que las hace respetuosas con el medio ambiente y, en algunos casos, su uso puede resultar gratuito.
Su adopción ya es común en varios países, especialmente en los países nórdicos. Desde 2020, Noruega ha estado retirando sistemas de calefacción de gasoil, los cuales fueron prohibidos por el gobierno en ese mismo año, y los está reemplazando con bombas de calor. Esto se traduce en la instalación de 604 bombas de calor por cada 1,000 hogares. Otros países que siguen esta tendencia incluyen Suecia, Finlandia, Estonia, Dinamarca, Francia e Italia.
En contraste, en España, su uso es aún limitado, donde las calderas de gas y gasoil predominan, ubicando al país en el quinto lugar desde el final en cuanto a la cantidad de bombas de calor instaladas, aunque es posible que esto cambia a raíz del comunicado de la Unión Europea.